Basílica de San Clemente

La Basílica de San Clemente es una especie de complejo, de varios edificios, cuyas ruinas datan del siglo XII. Construida por el cardenal presbítero de San Clemente, Anastasio, la basílica fue dedicada al Papa Clemente I. Desde una perspectiva arqueológica, pese a la cantidad de renovaciones que ha sufrido, mucha de la estructura original y de los frescos romanos de la basílica se mantienen en buen estado. Por lo tanto, sigue siendo posible  descubrir mucho de la historia de Roma en el campo de la arquitectura.

Bajo el alto altar de la basílica, yacen las reliquias de San Clemente. San Clemente fue un arzobispo romano: fue el primero en convertirse a la fe católica. Es uno de los padres tempranos de la iglesia. Durante su tiempo, cuando la Cristiandad era vista como una secta prohibida y los practicantes de la misma eran perseguidos, la basílica servía como un refugio de cristianos. Después, en el siglo IV, la basílica fue construida sobre ese terreno.

En 1084, los normandos saquearon la iglesia y gran parte de la Basílica fue destruida por estos conquistadores. No fue sino hasta el siglo VIII  que el Papa Pascual II comisionó la restauración de la iglesia para devolverle su antigua grandeza y para adornarla aún más con frescos. La intrincada decoración de mosaico del ábside de las basílicas es lo que atrajo y sigue atrayendo a los artistas de todo el mundo.

La basílica de San Clemente consiste en dos iglesias: una baja y una superior. La inferior es la más antigua, seguida por el segundo nivel y la iglesia en la parte superior es la más reciente. El desarrollo de San Clemente puede ser visto como un símbolo del desarrollo del Catolicismo mismo.